13 feb 2015

MEDITACION 4A PARTE

En el cerebro del meditador
Las nuevas técnicas de neuroimagen arrojan luz sobre los cambios
cerebrales que producen las prácticas contemplativas.



Cuando la Sociedad de Neurociencia
invitó a Tenzin Gyatso, el decimocuarto
dalái lama (líder del budismo tibetano), para
que pronunciara un discurso en la reunión anual de 2005 en
Washington D.C., unos cientos de los cerca de 35.000
miembros
que iban a asistir al encuentro pidieron que se le anulara la
invitación. Pensaban que un dirigente religioso no tenía lugar
en una reunión científica. Sin embargo, el líder supo plantear
a la concurrencia una pregunta provocativa y, en última
instancia, productiva: «¿Qué relación podría haber entre el
budismo, una antigua tradición filosófica y espiritual india, y
la ciencia moderna?».
El dalái lama, siguiendo el lema «hechos, no palabras», ya
había tratado de responder a esa pregunta. En los años
ochenta inició un debate sobre ciencia y budismo que llevó a la
 creación del Instituto de Mente y Vida, dedicado al estudio de
la ciencia contemplativa. En 2000, dio un nuevo enfoque a su
empeño. Puso en marcha la subdisciplina de «neurociencia contemplativa»
al
proponer a los científicos que estudiaran la
 actividad cerebral de meditadores budistas expertos
(con más de 10.000 horas
de práctica).
Durante casi quince años, más de cien practicantes del
budismo monacales y laicos, así como numerosos principiantes,
han participado
en los experimentos científicos de la Universidad
de Wisconsin-Madison y al menos otras 19 universidades más
.
El presente artículo, de hecho, es el producto de una
colaboración entre dos neurocientíficos y un monje budista que
inicialmente se formó como biólogo celular.
La comparación de las imágenes cerebrales de meditadores
expertos con las de neófitos y no meditadores ha permitido
empezar a vislumbrar por qué este conjunto de técnicas de
entrenamiento mental puede proporcionar beneficios cognitivos
y emocionales. Los objetivos de la meditación, de hecho, se
solapan con muchos de los de la psicología clínica, la
psiquiatría, la medicina preventiva y la educación.

Según indican cada vez más datos, la meditación puede ser un
 tratamiento
eficaz para la depresión y el dolor crónico y, además, ayuda a
cultivar una sensación
 de bienestar general.


La meditación constituye una actividad antigua que, de alguna manera,
forma parte de casi todas las religiones del mundo. Su práctica, derivada de
varias ramas del budismo, se ha abierto camino en el mundo secular durante
 los últimos años como un modo de promover la calma y el bienestar general.

Tres formas de meditación comunes (atención focalizada, consciencia plena y
compasión) se practican ahora en todas partes, desde hospitales hasta colegios;
 cada vez más, se han ido sometiendo al escrutinio científico en laboratorios de
todo el mundo.
La meditación produce cambios fisiológicos en el cerebro, como en el volumen
tisular de determinadas áreas. Quienes la practican también experimentan
efectos psicológicos beneficiosos: reaccionan más rápido a los estímulos y son
menos propensos a sufrir ciertas formas de estrés.


Mientras el autor Matthieu Ricard medita, su actividad cerebral
 es registrada en un encefalograma.
[JEFF MILLER, UNIVERSIDAD DE WISCONSIN-MADISON]

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